Por. Roque Urbieta Hernández, Coordinador de proyectos de la REDIJL
El 10 de junio de 2020, el prestigioso journal de Le Monde Diplomatique retomó una investigación del periódico neoyorkino –The New York Times- para sustentar que la ‘caída’ del Gobierno indígena de Evo Morales en Bolivia en el otoño de 2019 se originó por un supuesto ‘fraude electoral’ en la renovación de su cuarto mandato presidencial. Con ello, se rechazó cualquier argumento jurídico por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) de intervenir en la restauración de la democracia y se cuestionó la credibilidad de dicha organización internacional. Bolivia en tiempos contemporáneos significó para la política interna del país andino una trasformación radical en concebir la relación entre los pueblos originarios y el Estado-mercado, además, en el plano global asumió el desafío de cambiar los imaginarios coloniales en la comunidad internacional.
Con un pasado sujeto a explotación, subordinación y opresión, los pueblos indígenas latinoamericanos resurgieron en el escenario de la política internacional a inicios de la década de los años noventa, aportando saberes ancestrales y exponiendo el racismo tecnológico que los mantuvo en una situación de desigualdad económica para acceder a mayores oportunidades en espacios de educación, salud, vivienda y trabajo. En efecto, el modelo constitucional de Estado-nación decimonónico caducó debido a procesos modernizantes en la era de las redes globales cuyo régimen económico integra el “mosaico multicultural” en las sociedades digitales. Así, observamos a figuras simbólicas del movimiento indígena transnacional latinoamericano acceder a espacios de reconocimientos en el escenario internacional a manera de ritualizar el pacto de paz entre los pueblos indígenas, el Estado y la economía global.
En esta fase apocalíptica del capitalismo salvaje emergen Foros, Cumbres de Estados, ONG’S, organismos internacionales y un activismo transnacional que apuesta en la filantropía como un instrumento potente para reforzar el derecho internacional de penalizar las discriminaciones, rechazar el racismo y condenar el sexismo, el clasismo y la xenofobia en contra de mujeres y pueblos indígenas. La articulación de estos actores globales y el movimiento indígena transnacional permitieron estimular la participación política de hombres y mujeres líderes quienes se enfrentan a las paradojas de la economía salvaje. Así, el pasado glorioso de los pueblos originarios vistió de colores el umbral del presente traducido en las constituciones latinoamericanas en materia de derechos a una cultura específica y acceso a un territorio digno que guarde y abrace sus saberes ancestrales adoptándolos al contexto contemporáneo. Este ciclo transitorio entre la ‘tradición’ y la ‘modernidad’ fue y es un momento histórico crítico que debe premiar el diálogo y el respeto por cuestiones de importancia para las sociedades post-industriales: la igualdad de género, el cambio climático, distribución y reconocimiento de sus territorios que ellos denominan autonomía y auto-determinación.
Los grandes proyectos económicos deben apegarse a las normas jurídicas internacionales a través de los instrumentos constitucionales internos como la consulta previa y acceso a la información requerida de todos aquellos efectos negativos que impacten en la transformación de las relaciones sociales, la alteridad cultural y los cambios en sus vidas políticas comunitarias en las tres escalas de gobernanza: local, nacional e internacional. Es obligatorio tomar como referencia los movimientos indígenas del pasado para potencializar la memoria colectiva del presente y dotarle de un significado de no repetición a la luz de una permanente producción de consciencia en la ciudadanía del futuro. El liderazgo iberoamericano, entonces, encuentra un viejo actor político latinoamericano con un pasado específico y regímenes de interpretaciones culturales que van más allá de un lenguaje tecnócrata basado en la economía de mercado.
La conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas en el mundo tiene que ser un momento histórico clave que reafirme el compromiso de los liderazgos iberoamericanos con nuevos sujetos políticos que miran en el futuro un pacto por mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía global encaminados en el reconocimiento de los derechos humanos. En el 2021, Perú conmemora el Bicentenario de su Independencia y México recuerda los 500 años de la batalla México-Tenochtitlan. Entonces, los organismos internacionales no tienen que ser un mecanismo de intervención que legitime gobiernos autoritarios que hacen uso de la violencia para instaurar un orden jurídico excluyente. En su decisión está la credibilidad del futuro de la cultura democrática iberoamericana.
*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la Red Iberoamericana de Jóvenes Líderes.